MENTE SANA, CUERPO SANO (PARTE II)

     Al final todo esto está siendo un proceso de autocuidado, descubrimiento y autoconocimiento, un viaje en el que estoy encontrando el equilibrio que necesitaba con tanta urgencia. Un camino del cual siempre estoy aprendiendo. 

       Que increíble me parecía mirarme al espejo y ver que me había alejado tanto de aquella joven de espíritu volátil, soñador y libre. ¿Cómo podía haber cambiado tanto? ¿La vida me llevaba por sus derroteros o yo me dejaba llevar? ¿Me había resignado a dejarme llevar? No, por favor. 

    Me propuse cambiar lo que no me hacía feliz, quitar todo lo que me hacía daño para liberarme. Decidí hacer limpieza. Siempre he sido muy ordenada pero ciertamente también he guardado muchas cosas con la excusa de "por si hace falta en el futuro" o por aquello de "es que es un regalo y los regalos no se tiran" o eso otro de "pero si no está roto... qué pena, tal vez me sirva más adelante". Pero lo cierto es que hay cosas que guardas y las probabilidades de que vuelvan a ver la luz son mínimas. Empecé por la ropa, por que soy muy rácana y apenas uso siempre la misma pero la que no uso se queda ahí guardada al fondo, se quedaba, porque me puse seria y dije "a ver, si no lo vas a usar a la bolsa de las donaciones y que lo pueda usar otro". Mucha ropa por rota, vieja o fuera de lugar fue a parar a esas bolsas o siendo trapos del polvo y juguetes para la perri, y las bolsas fueron directas a una tienda de segunda mano del barrio. Lo que me quedé lo guardé y lo ordené por tipos. Después de la ropa vinieron los trastos... Cajas viejas vacías, cacharros que no íbamos a usar por frikis que fueran, que cogían polvo... Mandé a la basura mogollón de cosas del trastero que no se podían quedar en mi vida y a raíz de ahí descubrí varias maneras de dar una segunda vida a las cosas que no quería. Y meter en casa sólo aquello que me aportara algo bueno. Digamos que he adquirido un pensamiento más minimalista. 

    Cuando terminé de limpiar mi espacio físico para no agobiarme cada vez que giraba una esquina de mi casa empecé a limpiar mi mente de pensamientos negativos. Me volqué en el ganchillo que me daba paz y me ayudaba a pensar mientras hacía algo creativo, a la vez que quería dejar de sentirme culpable por todas las cosas que hacía en mi tiempo libre y eso me hacía sentir que en parte era algo útil. Supe que para conseguir hacer las cosas que quería, seguir estudiando y seguir creando arte tenía que conseguir la paz conmigo misma y zanjar todos mis temas pendientes para liberarme de ataduras. Poco a poco he ido consiguiendo estabilidad al desechar de mi entorno las cosas que "me molestaban" y adquiriendo una rutina más pensada en pasar tiempo conmigo misma. 

   Empecé a tomarme tiempo para desayunar, parece mentira, algo tan sencillo a veces ni lo hacía pasaba directamente a la comida, o si desayunaba lo hacía corriendo. Empecé a desayunar con calma, a escribir un rato mientras me tomaba el café, la infusión, la fruta o las tostadas... Y empecé a probar con la jardinería. Probar a plantar unas semillas, tener que cuidarlas, ver cuánto tardaban en germinar, en crecer, en agarrarse a la tierra e incluso perecer y tener que volver a intentarlo. Eso me hizo ser consciente de los ciclos de la naturaleza e incluso los míos, me hizo aprender a observar con paciencia y asombro y disfrutar de cosas tan pequeñas y tan maravillosas como cuidar vida verde y ver que me daba sus frutos. Luché contra las plagas también, con más o menos éxito. Y es que uno cuando va al super a comprar no piensa ni remotamente en el camino que esos tomates o esas lechugas han recorrido, de dónde han salido, quién las ha cultivado y quién las ha llevado hasta ti. Vincularme más a  mí, a mis partes más básicas, vincularme a la tierra y sus procesos naturales me ha dado otra perspectiva. Reconectar con mi esencia más intuitiva, más primigenia y más natural me hizo pensar en mi yo más ecológico. Ya no se trataba de comer sano y equilibrado solo, se trataba de generar menos residuos, de minimizar los químicos y los componentes artificiales de mi vida, se trataba de vivir más sosteniblemente y equilibradamente, más consciente encontrar el punto ideal para sentirme bien con mis acciones, mi mente y mi cuerpo. No es sencillo explicar con palabras el proceso que mi mente pasó hasta llegar a la conclusión de que yo quería ser feliz, no estar deprimida, y que me hacía feliz saber que mis acciones eran más sostenibles y ecológicas y eso me ayudaba a quitarme el lastre que arrastraba.

    Siempre he reciclado en casa, me lo enseñaron desde pequeñita y me divertía tirando las cosas a los containers de colores en la calle. De repente me daba cuenta, años después, de que, sí, reciclar es guay pero ¿no decían que no es más limpio quien limpia sino quien no ensucia? Y posiblemente 20 años después aún habría basura de cuando yo era pequeña circulando por el mundo... tal vez alguna tortuga o algún ave se habían tropezado con algo así en sus caminos y no habían tenido la suerte de salir airosos. Miraba la cantidad de plásticos que se generaban en casa a lo largo de la semana y me parecía impresionante. Era Demasiado y si eso lo generábamos sólo dos personas ¿qué no generaría una ciudad entera? ¿Un país entero? ¿Y a nivel global? ¿Y las familias que no reciclaban y todo iba al mismo lugar? Y en ese punto de inflexión me dije que no sólo se trataba de yo estar mejor, sino de que mis acciones ayudaran al planeta un poquito porque si llenamos el planeta de basura y contaminación acabaremos todos corroídos por la basura y malviviendo. Ya no se trataba de hacer limpieza para mí, sino de que pasarían 20 años más, tal vez tendría hijos o mis amigos tendrían hijos, o tendría sobrinos y vivirían en un mundo futurista de apocalipsis, de hecho seguro que ya hay niños que en otros países para ellos ya es un mundo apocalíptico. No pude ni puedo evitar pensar en mis bosques y mi mar desapareciendo. No pude evitar pensar en cuántas cosas destruye y manipula el egoísmo humano de las grandes producciones.... no pude evitar pensar en cuanta contaminación vertemos en ríos, mares, genera más polución y residuos ambientales, ensuciamos el aire y experimentamos con animales, nos aprovechamos, a veces con diversión a veces con inconsciencia, de otros seres vivos para comer o para pintarnos la cara. Y dije que no quería seguir en esa rueda.

    Porque igual que con las plantas había empezado a entender los procesos y el esfuerzo de sus cuidados y a preocuparme de qué como y cómo llega hasta mi, me pasaba igual con el resto de cosas que usaba en casa, empecé a plantearme el origen de la ropa, los jabones del baño, la cocina... y me daba cuenta de que formábamos parte de una cadena de superproducción masiva. Éramos un eslabón clave en la cadena, y yo ya no quería ser parte de esa cadena. El coste a largo plazo era mortífero.

    Se acabaron los cosméticos químicos, definitivamente, y me empeñaría en minimizar los residuos de plástico tan desmesurados. Compraría a granel e intentaría evitar las grandes superficies donde todo estaba embalado en plástico. Debo decir que a día de hoy sigo intentando mejorar y poco a poco conseguir avanzar en este estilo de vida. Me siento mejor, me ayuda a sentir más fuerza, a tener más confianza y valor, me siento feliz con los cambios positivos y siento que aunque aún tenga algún altibajo personal lo estoy superando... Poco a poco estoy resolviendo mis lastres y me estoy liberando de verdad del peso de vivir en función a expectativas y vivir en base a mis principios. Escribiendo consigo desbloquear mi mente y resolver conflictos internos, me libero de ataduras poniendo voz a mis pasiones, a mis reflexiones y me autoconfirmo en lugar de autodevastarme y criticarme. 

    No he dejado de ser la niña soñadora ni la joven apasionada, sigo creyendo en volar y cabalgar la vida, dejar un legado a quienes me sigan aunque sea de consciencia, respeto y amor por todo lo que nos rodea. Soy la misma que paseaba por la ciudad observando los colores de las hojas de los árboles y la calma y la furia de las olas del mar en la playa. Soy la que se internaba en el bosque y olía a fantasía, imaginaba un mundo increíble y le flipaban cada forma y sonido. Soy la misma que en un momento dado se desvió, y las corrientes la marearon, y soy la misma que de pequeña dibujaba cuentos y escribía poemas, regaba las plantas con su abuela y le pedía deseos a la luna, soy la misma pero más mayor y más consciente. Y ahora que me he vuelto a encontrar y vuelvo a repetirme a mi misma lo que a veces les decía a los demás "que cada persona tiene sus procesos y sus ritmos más allá de lo que nos quieran imponer a seguir" ahora, me voy a escuchar mejor para no volverme a perder porque he aprendido mucho de las curvas del camino pero no quiero volver a esa vorágine de miedo e inestabilidad mental. 

    Me siento de nuevo dueña de mi misma. Y ahora que mi mente sana me ha devuelto mi poder de vida, cuerpo y espíritu sano voy a cuidar mi cuerpo de la manera más sana para seguir con  esa fuerza que me da saberme parte de Pachamama y seguir desbloqueando obstáculos para conseguir poco a poco lo que quiero hacer no lo que creía que tenía que hacer.

  Gracias a los que habéis llegado hasta aquí, acompañándome en esta pequeña página abierta sobre mi. Próximamente me gustaría hablar sobre qué he dejado atrás y qué nuevos hábitos he adoptado en mi día a día como la cosmética solida o la limpieza del hogar sin químicos. Y alguna cosilla aparte, que también tengo hobbies y placeres recuperados, pero ya llegará.

    ¡Nos leemos!

 

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