Prisma 2
"Come sei bella, più bella stasera Mariù
Splende un sorriso di stella, negli occhi tuoi blu
Anche se avverso il destino, domani sarà,
Oggi ti sono vicino, perché sospirar? Si perché
Splende un sorriso di stella, negli occhi tuoi blu
Anche se avverso il destino, domani sarà,
Oggi ti sono vicino, perché sospirar? Si perché
Parlami d'amore Mariù
Tutta la mia vita sei tu"
Tutta la mia vita sei tu"
[Guiseppe Di Stefano - Parlami d'amore Mariù]
6:00am
Juan se levanta. Enseguida que el despertador suena él ya se pone en pie, hace años que tiene el sueño ligero. Deja a su mujer durmiendo a su lado y a sus hijos también durmiendo en la habitación de al lado. Se prepara un café con leche ardiendo de manera mecánica como cada día, y se va al baño. Su rutina. Su manera de cuidar de los suyos.
Antes de salir normalmente les da un beso (o más bien varios) a todos, en la frente, a su hija la mayor también se los daba pero ya no está en casa con ellos, vive fuera. Se mira a los pequeños, no tan pequeños, tienen 22 y 20 años, pero se los come con los ojos, carne de su carne, sangre de su sangre, moriría por ellos antes de que les pasara nada y aprovechaba esos momentos solo y en silencio para demostrar todo el amor que sentía por ellos como si el mensaje fuera a flotar en el aire y aún dormidos y en silencio ese secreto llegara a sus corazones.
Miraba a su mujer, de la misma manera sentía que esos minutos en silencio le transmitirían el amor que no le decía con palabras... sus curvas bellas y sus cabellos desordenados sobre la almohada, su respiración, incluso el ronquido que se le escapaba al cambiar de postura y le faltaba el aire para moverse. No es hombre de fácil comunicación, en casa no son muy afectuosos, y ahora ya no se abrazan, no pueden, ya no se acurrucan en el sofá juntos y hoy Juan no les va a dar besos en la frente como siempre hace. Los mira a todos con sus ojos llenos de paternidad y amor y sale por la puerta, a trabajar.
Las calles aún oscuras alumbradas por las farolas expectantes están en silencio. Ni siquiera se ven los grupos de descarriados que fuman y beben de portal en portal casi cada día. "Tal vez fumen y beban en sus casas" piensa Juan. También piensa que podrían acostumbrarse a eso, a quedarse en casa y no estar colgados en la calle a las horas previas al amanecer... ¿Dónde vamos a parar así? Tanta insensatez constante, tanto despliegue de NiNismo en tantas edades, porque muchos son jóvenes pero muchos son absurdos borrachos. Gente perdida de la mano de Dios, si acaso Dios está ahí guiando a alguien. Juan sólo piensa cada día de camino al trabajo que ningún desgraciado le de un susto a su niña grande que trabaja en un horno de pan y madruga más que él mismo.
Es un marco extraño. Una película underground, las miserias de la sociedad de cada día resaltadas o camufladas por un virus indomable... En algún momento se oirá por megafonía un contundente "¡Coooorteeeeeen! Toma buena, descansamos para comer." Bah qué tonterías, es obvio que es real pero para Juan es como imaginar el universo infinito... Se le antoja imposible, no porque no lo crea sino porque no consigue abarcar semejante magnitud interminable en su mente.
No nos entra en la cabeza, pero ahí está. Y tras días de asimilación la única noticia que le llega de esta película es un mensaje que dice "No vengas a trabajar hasta nueva orden. Cerramos la obra, se para todo."
Un vacío.
A casa, sin ocupación, como con la crisis del 2008... y esta vez sin bares donde salir a despejar la cabeza. En Casa. Sin Salir. Y a sonreír y que toda su familia se convenza de que está bien, que todo saldrá bien, que a él no le preocupa quedarse todo el día encerrado que podemos con todo y la familia unida jamás será vencida... Pero le Aterra. Le Aterra más no trabajar que un virus al que no le sabe poner cara. Siente que un cauce irrefrenable de sentimientos confusos lo marea. La última vez empezó sin trabajo y tuvo que cargar con las muertes de sus padres, uno por causas desconocidas, la otra de pura pena... la última vez fué lo peor aunque Juan jamás admita en voz alta la oleada negra que se lo comía por dentro.
Ojalá no se repita, ojalá no le toquen las muertes de cerca, ojalá pase todo pronto.
Antes de salir normalmente les da un beso (o más bien varios) a todos, en la frente, a su hija la mayor también se los daba pero ya no está en casa con ellos, vive fuera. Se mira a los pequeños, no tan pequeños, tienen 22 y 20 años, pero se los come con los ojos, carne de su carne, sangre de su sangre, moriría por ellos antes de que les pasara nada y aprovechaba esos momentos solo y en silencio para demostrar todo el amor que sentía por ellos como si el mensaje fuera a flotar en el aire y aún dormidos y en silencio ese secreto llegara a sus corazones.
Miraba a su mujer, de la misma manera sentía que esos minutos en silencio le transmitirían el amor que no le decía con palabras... sus curvas bellas y sus cabellos desordenados sobre la almohada, su respiración, incluso el ronquido que se le escapaba al cambiar de postura y le faltaba el aire para moverse. No es hombre de fácil comunicación, en casa no son muy afectuosos, y ahora ya no se abrazan, no pueden, ya no se acurrucan en el sofá juntos y hoy Juan no les va a dar besos en la frente como siempre hace. Los mira a todos con sus ojos llenos de paternidad y amor y sale por la puerta, a trabajar.
Las calles aún oscuras alumbradas por las farolas expectantes están en silencio. Ni siquiera se ven los grupos de descarriados que fuman y beben de portal en portal casi cada día. "Tal vez fumen y beban en sus casas" piensa Juan. También piensa que podrían acostumbrarse a eso, a quedarse en casa y no estar colgados en la calle a las horas previas al amanecer... ¿Dónde vamos a parar así? Tanta insensatez constante, tanto despliegue de NiNismo en tantas edades, porque muchos son jóvenes pero muchos son absurdos borrachos. Gente perdida de la mano de Dios, si acaso Dios está ahí guiando a alguien. Juan sólo piensa cada día de camino al trabajo que ningún desgraciado le de un susto a su niña grande que trabaja en un horno de pan y madruga más que él mismo.
Es un marco extraño. Una película underground, las miserias de la sociedad de cada día resaltadas o camufladas por un virus indomable... En algún momento se oirá por megafonía un contundente "¡Coooorteeeeeen! Toma buena, descansamos para comer." Bah qué tonterías, es obvio que es real pero para Juan es como imaginar el universo infinito... Se le antoja imposible, no porque no lo crea sino porque no consigue abarcar semejante magnitud interminable en su mente.
No nos entra en la cabeza, pero ahí está. Y tras días de asimilación la única noticia que le llega de esta película es un mensaje que dice "No vengas a trabajar hasta nueva orden. Cerramos la obra, se para todo."
Un vacío.
A casa, sin ocupación, como con la crisis del 2008... y esta vez sin bares donde salir a despejar la cabeza. En Casa. Sin Salir. Y a sonreír y que toda su familia se convenza de que está bien, que todo saldrá bien, que a él no le preocupa quedarse todo el día encerrado que podemos con todo y la familia unida jamás será vencida... Pero le Aterra. Le Aterra más no trabajar que un virus al que no le sabe poner cara. Siente que un cauce irrefrenable de sentimientos confusos lo marea. La última vez empezó sin trabajo y tuvo que cargar con las muertes de sus padres, uno por causas desconocidas, la otra de pura pena... la última vez fué lo peor aunque Juan jamás admita en voz alta la oleada negra que se lo comía por dentro.
Ojalá no se repita, ojalá no le toquen las muertes de cerca, ojalá pase todo pronto.
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