Prisma 1

   "Did you break but never mend?
   Did it hurt so much you thought it was the end?
   Lose your heart but don't know when
   And no one cares, there's no one there
   But did you see the flares in the sky?
   Were you blinded by the light?
   Did you feel the smoke in your eyes?
   Did you, did you?
   Did you see the sparks filled with hope?
   You are not alone
   Cause someone's out there, sending out flares" 

[The Script - Flares]


    Se oía el viento deslizándose por los recovecos de las calles, entre las ramas de los árboles, donde brotaban las primeras hojas de la primavera, primavera que parecía no llegar del todo pues el cielo cubría plomizo toda la ciudad. Los rayos de sol de ayer parecían lejanos, el silencio en las calles desiertas daba paso a otros sonidos. Los pájaros cantaban casi a todas horas, se paseaban en las zonas verdes y en algunas ciudades algunos animales se habían aventurado a salir de sus parques y adentrarse en las calles. Los jabalíes bajaban de la montaña otra vez, aunque cada año bajaban de vez en cuando algunos buscando lo que en sus casas no encuentran porque el ser humano se apodera de todo a su paso. No había motores, no había bullicio, las luces desde las ventanas señalaban que todos estaban en sus casas, o casi todos.
    Algún autobús se deslizaba por la carretera.
    Algún alma negligente o temeraria caminaba por la calle en alguna dirección.
    Una ambulancia, con sus luces resaltando en la tarde de un domingo que era la prolongación del lunes, estaba parada en la esquina de la calle de enfrente.
    En un portal se agazapaba un señor envuelto en cartones con una colilla en la boca y mirada orgullosa y temerosa... orgullo por defenderse a sí mismo, lo suficientemente fuerte para responderte, para mirarte con fuerza antes de que tú le mires por encima del hombro, orgullo frágil que le da la fuerza para seguir un día más con la vida perdida y el miedo de hoy enganchado en la piel.
   
     María miraba por la ventana de su pequeño piso de alquiler, resguardada por la cortina, sintiendo que todo aquel silencio era el silencio del cambio, la calma antes de la tormenta y tras la tormenta un nuevo horizonte. Pero había miedo. La gente tenía el miedo detrás de las risas, detrás de los chistes, detrás de la esperanza de volver a abrazar a sus familias, a sus mayores y a sus parientes, miedo detrás de las paredes de sus casas, detrás de los aplausos que proferían cada día en honor a los sanitarios que luchaban contra la espontánea pandemia que sumía el mundo en... ¿caos? María observaba con calma la solidaridad desplegada en este primer mundo de privilegios en que vivimos y no sabía cómo sentirse, era demasiada información, demasiado de golpe.  También había gente muriendo de hambre en África, niñas siendo mutiladas, trata de personas en Sudamerica y mafias en Europa, había enfermedades raras en las que la gente sólo reparaba por casualidad o por mala suerte, había calentamiento global, haber había muchas cosas pero parecían nimiedades al lado del Coronavirus. Estaba muy bien todo eso de reconectar con uno mismo, de distraerse y no dejar que la ansiedad te coma pero...

    Coronavirus.
    Y salía a la luz la esencia humana del miedo ante lo incontrolable. La ruleta rusa en vivo y en directo, esto no se podía ignorar por conveniencia.
    Ahí nació el Caos.

    Ella trabajaba en una famosa cadena de cafetería y desde hacía una semana estaba confinada en casa voluntariamente, como el gobierno decretaba, y porque le habían hecho un ERTE de cual no sabía cuando iba a empezar a ver ingresos ni cómo iba a gestionar sus gastos en las semanas venideras que se preveían largas.
    Pero estaba a gusto en su casa con sus conejas, porque tenía un par de conejitas. Había salido una vez para hacer la compra de la semana, como siempre y había alucinado del pánico que había brotado en los supermercados. Casi no encuentra nada, tuvo suerte y como es una mujer apañada y cocina con cualquier idea no pasaba nada pero era impensable semejante vacío en las estanterías de un supermercado dos días antes. Demasiado pánico. Luego demasiado buen humor, aunque nunca es demasiado y las iniciativas ayudan a mucha gente pero ella estaba saturada de cadenas solidarias de instagram, de propuestas de yoga y jardinería, de conciertos en directo desde casa... Debía reconocerlo, ella siempre había sido algo antisocial y era feliz con poco, estar en casa no la agobiaba, le preocupaban más otros asuntos.

    Seguía mirando por la ventana cuando se dio cuenta de que la noche empezaba a caer y no había sido un día muy productivo, sentía cierta frustración personal, el mundo hablaba a gritos y nadie entendía nada. Ella hacía su propia interpretación, su miedo era decir en voz alta lo que pensaba, a mucha gente no le iba a gustar, a ella no le iba a servir para nada y no iba a sentirse mejor por decirlo... pero sí se sentiría mejor haciendo algo que ayudara a replantear un futuro mejor para todos y tal vez en lugar de trabajar sirviendo a la gente café y sonrisas era hora de trabajar la vida en crudo y dejar su huella, su vómito personal sobre la situación y todo lo que ocupaba un lugar importante en sus preocupaciones.

    María despejó su mesa de escritorio y empezó a escribir y dibujar líneas y páginas.

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